miércoles, 15 de enero de 2014

Vidas anónimas

Se pasó el día en aquella cama, un poco incorporado para poder comer. Se convertía en su mundo y como tal lo trataba. Las noticias del exterior eran inquietantemente ajenas porque simplemente eran eso, noticias del exterior.
Sus horas pasaban entre libros, ordenadores, libretas, teléfonos... y eso no conseguía llenar sus ansias de explorar. Era su cárcel, su realidad, su mundo.
No estaba dispuesto, no lo iba a permitir, así que un buen día se levantó. Le recomendaron pastillas, le recomendaron reposo, le recomendaron inactividad. No estaba dispuesto, no lo iba a permitir, eso sería su muerte. Entre cama y montaña prefiere morir en la segunda.
Tres meses después, a pesar de terribles jaquecas, se embarca en su mayor aventura. Miles de kilómetros sin previsiones, sin límites, sin ayudas, totalmente libre.
Es difícil explicar como lo mejor que puede pasar en tu vida sea por hacer caso a tu mente, a tu espíritu.
El mundo actual no tiene escala de grises, todo se generaliza, las estadísticas mandan, incluso en esta frase. Puedes quedarte sin muchas cosas, pueden ejercer presión sobre ti, puedes sufrir por vivir en un mundo social... ahora bien, tu personalidad es tu tesoro, es tu identidad, conservarlo puede ser tu mejor legado.

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