jueves, 22 de mayo de 2014

Carta al destinatario anónimo

Hola, ¿como estás?
Es una forma de empezar mi carta. Empiezo así con un convencional inicio, donde se pregunta sin buscar respuesta, donde se saluda sin demostrar efusividad, frío y correcto a partes iguales, sin imaginación ni salidas de tono, sin riesgos, sin ni siquiera mirar a lo lejos al precipicio.
Hola, ¿como estás? es la imagen fiel de nuestra, llamémosle, amistad.
Hoy recuerdo los últimos seis meses, los analizo, los asimilo, los valoro y los plasmo en mi rostro con una sonrisa. La tristeza, el dolor, la pérdida, todo se refleja con gran ironía en una sonrisa malvada con un toque de picardía. Adelantándome a lo que tú puedas decir yo sacaré mis conclusiones, ya que tú no dirás nada.
Tú no dirás nada simple y llanamente porque no te interesa, eres como esos políticos que evitan debates, evitan entrevistas, evitan dar explicaciones por dos reglas básicas que tú y yo compartimos: mentir es malo y la omisión de la verdad la mejor alternativa; una persona con pocos recursos mentales debería agarrarse a la máxima que dice que es mejor estar callado y parecer tonto que abrir la boca y demostrarlo.
Así es, pese a ser intelectualmente capaz, tienes miedo a los errores, y ese miedo es insignificante con el pavor a deslizar cualquier opinión fuera de las proximidades de la verdad absoluta.
Mis conclusiones te darán la posibilidad de contraatacar más facilmente, y de defenderte con la inocencia de nunca haber pronunciado las palabras que yo critico.
Llegarás un día a mi lado y me saludarás con una alegría desbordante y yo solo veré cinismo al recordar como en año y medio me llamaste dos veces, fuiste al lugar donde yo estaba para verme una vez, me propusiste hacer algo juntos una vez, rechazando la mayoría de mis propuestas... todo esto alegando como los buenos abogados, amparándote en las incompatibilidades ya fuesen de tiempo, espacio, economía, ocio... y ¿ahora que? ahora queda la evasión, si no lo veo no es delito, si no lo digo no es mentir, si no me niego era posible, si tú lo hicieses actuaría igual, si tú no quieres yo lo respeto, si tú lo dices yo no opino, si es lo que quieres yo me alegro.
Me esperaba mucho, y eso suele defraudar. Me esperaba detalles, gestos, palabras. Me esperaba que mis palabras no te resbalasen. Me esperaba que valorases aquello que tenía para ti, aquello que me costó recuperar aunque tú no lo creas. Me esperaba interés. Me esperaba entusiasmo y preocupación por aquello que se te dijo. Me esperaba atención y me equivoqué. Me equivoqué al pensar que te haría ilusión una carta. Me equivoqué al pensar que te haría ilusión un libro y que me lo contarías. Me equivoqué al pensar que te haría ilusión mi preocupación por si necesitabas algo y que sería recíproco. Me equivoqué al pensar que nada cambiaría, porque yo si lo hice y tú nunca lo pretendiste. Me equivoqué, y espero que estés bien.   

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