sábado, 6 de abril de 2013

CNAR

La puerta entreabierta dejaba escapar claridad. Demasiado tarde para seguir... tú eres fuerte. Con todo tu repertorio de útiles rodeándote te esfuerzas sin parar, sin distracciones, sin dudas. Tu rostro se ilumina con la luz artificial, destacando esos rasgos delicados. Sigilosamente entro, no puedo aguantarlo más. Estás sumida en tus tareas y no reparas en mi aparición. La habitación sigue ordenada en la misma distribución, siendo la silla de madera maciza la que primero da la bienvenida.
Sientes mi presencia, la tensión lo demuestra. Totalmente rígido, en pie, detrás de tu verdadero trono, me embriago con tu aroma y no puedo aguantarlo más. Mi mano derecha acaricia tu hombro y tu cuerpo responde con un escalofrío que sacude la tensión. Tu cabeza se agacha y mi mano izquierda se apresura a acariciar tu cuello tras apartar el pelo y su mano gemela se junta con ella comenzando un suave masaje. No puedo aguantarlo más y comienzo a descubrir tus mejillas con las llemas de mis dedos, tu nariz, tus labios...
Te levantas y te abrazo, rodeandote con mis brazos a la altura de tu cintura y comienzo a explorar tu espalda, sintiendote junto a mi, seguro, relajado... subiendo poco a poco vuelvo a encontrar tus hombros. Nuestras miradas se cruzan por primera vez y mi corazón se para. Sin fuerzas mis manos se deslizan por tus brazos desnudos captando toda esa sensibilidad, esa ternura que desprendes. Al pasar tus codos recuerdo que debo respirar y una bocanada de aire fuerza mi pecho. No puedo aguantarlo más y sigo bajando, tus manos son mi objetivo y no me voy a detener. Unos centímetros separan nuestros cuerpos que se atraen... pero tu eres fuerte. Las llemas de mis dedos contactan con las tuyas y nuestras manos se entrelazan, nuestra respiración se comparte, siento tus latidos y me olvido de los mios. Cierro los ojos y la bombilla se funde oportunamente.

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