sábado, 20 de abril de 2013

valoraciones

Me gusta pensar. Acariciar ideas y darme un paseo con ellas. Si. Soy ese tipo de individuo que todos creen que está en las nubes, o que está maquinando algo, o que le importa lo más mínimo lo que suceda a su alrededor porque su mundo es tan precioso que no necesita salir de ahí.
Me encantan los fumadores. Para mi son una fuente inagotable de pensamientos, de razonamientos, de risas, de cuestiones... me encantan los fumadores y abarcarlos de todos los ángulos posibles para entender como son capaces de sentir placer inhalando humo, me fascinan, lo digo honesta y sinceramente.
Un vicio como otro cualquiera y al que no puedo sucumbir. Cualquiera de sus múltiples contraindicaciones hace aflorar mi más espontáneo y congénito sentimiento de miedo.
Los fumadores son de otra pasta, gente para la que el humo es real, tiene peso, cuesta dinero, importa... eso es ser espiritual, eso equivale a poder vivir en una nube, me fascinan.
Los fumadores suelen ser generosos. No solo con otros fumadores (¿quien niega un pitillo a otro?, este es otro tema que me apasiona) sino con el mundo en general. Creadores de empleo, en todos los rangos imaginables, son parte muy importante en las economías nacionales.
Pero la idea que a mi me persigue desde siempre es el mérito. El mérito es una palabra que me atrae, que me inspira, me parece un objetivo suculento... y los fumadores lo tienen (de verdad acabo con mi discurso solo aclarando esta idea con un ejemplo):
Puedes llevar toda la vida sin dar una calada, evitando humos ajenos, vetando lugares, escapando de esa tentación de nicotina... que si un fumador pasa un periodo inversamente proporcional a su habitual vicio sin ejercerlo se ganará todo el mérito del mundo.

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