martes, 23 de abril de 2013

Decidir es lo más fácil del mundo, lo hacemos constantemente, a cada paso. Comprar es decidir, hacer de comer es decidir, tener una conversación es decidir, ordenar el salón es decidir...
Aún así nos cuesta. Puede que existan pocos actos donde tengamos más experiencia y aún así nos cuesta. Nos cuesta mucho escoger el menú, nos cuesta mucho escoger un color... no hablemos de escoger pareja.
Decidir es lo más fácil del mundo, lo difícil es asumir el riesgo de nuestra elección, asumir que estamos apostando por una opción que puede ser peor que otra que descartamos.
Nuestra caprichosa mentalidad incrementa el valor de aquello que no tenemos, haciendo más duro el trauma.
¿Pensaste en la opción de que pasaría si tu elección fuese la opuesta? ¿Pensaste en lo que ganas? ¿Pensaste?

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